Te odio Messi. Lo digo sin temor a represalias. Pero no te odio por el escudo que defiendes, ni por amargar a mi equipo cada vez que juegas contra él. Te odio porque mientes Leo.
¿Por qué haces que todo parezca fácil? ¿Por qué nos haces creer que no te cuesta? Messi, estás mintiendo al fútbol. Se supone que no eres delantero y bates todos los registros, parece que te repites una y otra vez pero realmente eres imprevisible. Te odio porque cuando todos pensábamos que estabas acabado has vuelto con toda tu magia.
Mientes Leo. Tú sabes que mientes. Porque entras por el centro de la zaga cuando dicen que por ahí no se puede pasar. Porque rodeado de rivales regateas y escapas. Porque tu pase, predecible y aparentemente fácil de interceptar, siempre da en el clavo. Te odio porque haces creer que todo está bajo control y agitas el mundo en segundos.
Todo en ti miente Leo. Y como antes, tú lo sabes. Miente tu estatura porque eres un gigante. Miente tu cuerpo porque llegas más alto que nadie. Mientes a la física moviéndote a la velocidad que lo haces. Mientes viendo huecos que un humano no ve.
Habla Messi. Sé sincero y cuéntanos de dónde has venido. Mientes reafirmando tu condición humana cuando muchos sabemos que procedes de un planeta en que el que, en vez de con pan, se nace con un balón bajo el brazo. Tú mientes a la gente haciéndole creer que pueden existir más como tú. Y eso, Leo, es irreal, tanto como que algunos duden de ti. Pero por lo que más te odio Messi, es por hacerme cambiar de ideas. Tú como mentiroso me hacías mentir. Yo decía que había otros mejores que tú. Pero mentía Leo, igual que lo haces tú.
Por eso te odio pequeño genio mentiroso. Por eso, y porque odio reconocer la validez del refranero español, y en este caso uno es perfectamente aplicable: del amor al odio, hay un paso.
|